“Ciertamente, el amor de la prostituta se
compra. Pero no la vergüenza de su cliente. Esa vergüenza busca un escondite
para ese cuarto de hora, y encuentra el más genial: el dinero. Hay tantos
matices del pago como matices del juego amoroso, lentos o rápidos, sigilosos o
brutales. ¿Qué significa eso? La herida, roja de vergüenza, en el cuerpo de la
sociedad, segrega dinero y cura. A veces tapamos nuestra parte del asunto
culpando a la trabajadora sexual y pensando que no tiene vergüenza. Pero el que paga, a veces
tiene menos sentimientos y muy poca vergüenza. La sinvergonzonería arroja la primera moneda a
la mesa, la vergüenza añade cien más para taparla.”
(Adorada Sheila…un día como hoy recibí la
noticia de que habías partido a una fiesta celestial…perfumada y preciosa…con
aquella sonrisa hermosa que derretía el corazón más frio…Amada Sheila, me
salvaste la vida…fuiste un faro de luz en uno de mis senderos más obscuros…Preciosa
princesa de la noche…es imposible olvidar tu amor).
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