“Venías tarareando algo, ¿un
bolero, una balada quizás? ¡Y cómo caminabas con aquel ritmo de sinfonía, con
aquel qué sé yo dócil que le ponía
fragancias a los árboles de la plaza! Venías con tu vestido que caía como seda
suelta sobre cada vereda de tu cuerpo. Venías… ¿cómo digo?... cargando con tu
sonrisa de media luna, con tu mirada de yo-no-fui
y, ya lo dije, con la canción al viento, sabiendo que todas las miradas y la
mía en particular, seguían tu paso acompasado con avidez, con gula…¿Quién,
entonces, hubiera imaginado tus intenciones, tu proyecto mercenario? Menos aún
después de aquella sonrisa dulce, de aquella mirada tan directa; menos aún
cuando acariciabas tus cabellos -negros como la noche- con aquella mansedumbre
de sueño; menos aún cuando diciendo “…con
permiso…” te sentaste en el mismo banco -tu cuerpo tan cercano al mío- y
abriste una novelita rosa de Corín Tellado y te pusiste a leer…Claro, tu
perfume era un opio extraño que entró como un resplandor por todos mis
sentidos. Todo era parte del plan, pienso, ahora que ya no puedo pensar; parte
del plan cuando dejaste que el libro cayera de tus manos y permitiste que yo lo
recogiera por ti. “Gracias…” me
dijiste y ya no supe más pues yo no lo esperaba, yo no lo presentía: fue cuando
me diste el beso de la muerte. Y ahora…¿Por qué vienes ahora a visitar mi
cadáver?”…Oohps!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario